Entre tanto llegó la noche. Las ideas se amontonaban en su cabeza y luchaban unas con otras por hacerse un hueco en ese caótico lugar. Cada vez que intentaba centrarse en una, otras, igual de oscuras y hostiles, se interponían y entre todas formaban una fiesta y bailaban al son del desasosiego. Sin embargo, su borrachera sentimental, no evitó que una de esas ideas se pronunciase y se extendiera por cada recoveco de su cabeza, produciéndose un eco ensordecedor: él no la quería.
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